Desnudo en la sala

A las 6:00 de la tarde la luz cae suavemente, una tonalidad que se confunde entre el rosado y el anaranjado se apodera de la sala de nuestro apartamento en Caracas. La brisa refresca el fin del día, y el ocaso captura el paisaje, integrando la Tierra al espacio cósmico circundante. En su lejanía titilan las luces urbanas como un manto de lentejuelas que cubre las colinas que comienzan a cerrarse con el caer de la noche. 

Desnudo, sombras y matices.

Es la hora perfecta para la fotografía, sobre todo aquellas que descubren nuestro cuerpo desnudo frente a la luz del atardecer. Un juego de sombras y matices envuelven el espacio y el cuerpo. Los contornos de los músculos y las formas corpóreas se hacen mas sensuales. Es tal, que el contacto con un rayo de luz da una sensación que provoca una erección. Se incentiva el deseo de sentir el cuerpo eróticamente. Se entra así en contacto con la cámara y se inicia la magia para producir el desnudo provocador, entregado al placer de los sentidos. 

Desnudo y voluptuosidad.

El cuerpo desnudo se disecciona con los rayos de luz, produciendo sombras que lo cubren y descubren a la misma vez, para dejar que nuestras fantasías imaginen o desafien nuestros apetitos y anhelos en el afán de llegar al clímax. Se entroniza una relación con la cámara-sujeto-fotógrafo que permite captar en imágenes lo que se siente. Imperceptible al ojo a simple vista. El cuerpo ya embriagado de deseo y en complicidad con la cámara hace la transformación y da paso a la voluptuosidad. La forma queda cincelada por los efectos de la luz del atardecer. 

Placer y luz.

Una gota brillante como un objeto cósmico que en  su lejanía muestra la fuerza de la luz y las sombras, revela que el cuerpo también actúa por cuenta propia. Una atmósfera íntima y apropiada se ha creado para plasmar en lo tangible o digital el efecto del placer y la luz. 

Desnudo y autorretrato

El autorretrato capta como mayor precisión esa intimidad, dado lo profundo de la exploración del fotógrafo cuando se aproxima asimismo, a su cuerpo y a su ser. El acercamiento provoca y hace arder el deseo, captando la pose y el momento que intencionalmente se busca. Aqui el autoretrato no es solo al rostro, es todo el cuerpo y todas sus zonas erógenas. Mas allá de la sala está quien mira con espectación las fotografías y las hace suyas en la intimidad. 

Compartimos así esta entrega que hemos llamado: Desnudo en la sala.

Texto: Edgar Carrasco

Fotografías: Franklin García