Testis

Duos habet et bene pendentes ('Tiene dos y cuelgan bien'), frase que ratificaba la inspección tras comprobar que el elegido a papa tenía atributos masculinos. El mito sobre este ritual surgió por el caso de la papisa Juana, quien pasó por hombre y estuvo dos años como papa, tras ser descubierta cuando dio a luz a un niño. 

No obstante, los testículos producen la testosterona y el semen que determinan las características biológicas sobresalientes del hombre; han quedado rezagados en la expresión simbólica de ser hombre. Contrariamente, el pene se ha erigido como lo más alusivo o representativo de lo que es ser hombre, lo que culturalmente lo ha colocado en una posición de poder y de supuesta supremacía viril, aunque su función se limite a servir de ‘canal’ para hacer que los espermatozoides producidos en los testículos penetren el óvulo en la fecundación. Quizá esa visión esté más vinculada al placer que a lo que significa, en parte, la esencia de la procreación.

De ordinario y en el lenguaje coloquial, los testículos o las llamadas “bolas” son utilizados para adjetivar coraje, valor y arrojo de un hombre. Siendo géneros flexibles, a veces se lo aplicamos a una mujer, para equipararla a la bravía masculina. Lo que revela los sesgos de género que le asignamos a nuestra anatomía, para expresar atributos y aptitudes prevalentemente masculinas relacionadas con la fuerza. En este contexto, las mujeres, puesto que no tienen testículos, no tendrían esos atributos, considerados prejuiciosamente como del ‘sexo fuerte’. Contrariamente, las expresiones populares como boludo o güevón se refieren a un hombre tonto, perezoso o imbécil, asimilado a la torpeza y lentitud de los toros sementales que tienen testículos voluminosos.

Siendo que los testículos son depositarios del fluido corporal que en parte asegura la procreación y descendencia, no hay que olvidar que para bailar un tango se necesitan dos. En este caso, se requieren un óvulo y un espermatozoide para concebir. Por tanto, esos atributos preponderantes que desde la antigüedad se les ha dado a los genitales masculinos en la procreación son un distorsionado sesgo de género. ¿De qué sirve un puñado de espermatozoides si no está el óvulo?

En el erotismo seguro que los testículos juegan un rol, dada la subjetividad y especial atención que los individuos puedan atribuirle a esta parte del cuerpo humano masculino. Siendo una singular bolsa que regula la temperatura para las glándulas que producen el semen, se pueden presentar como gustosas y excitantes para las caricias y lamidas. Una búsqueda en línea, con toda la censura existente, revela una serie de prácticas para estimularlos sexualmente y lograr orgasmos muy placenteros en los hombres.

En la secuencia fotográfica de esta entrega jugamos con estos estereotipos milenarios que atribuyen, más allá de la fecundación y reproducción, atributos de hombría, valentía, poder y coraje a los portantes de testículos, lo que da peso a las valoraciones de género en los roles de lo femenino y lo masculino. En la secuencia aparecen imágenes del fotógrafo venezolano José Sigala (1940–1995), publicadas en el libro ‘Sigala’ que recoge el evento Mr. Músculo, 1976. Las fotografías expresan sin ambages la corporalidad masculina y su reflejo en la fuerza. 

Créditos

Concepto y fotografía: Franklin García y Edgar Carrasco.

Modelo: Edgar Carrasco.

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